viernes, 29 de abril de 2011

Los espias no miran de frente.

Ellos no miran de frente.
Cuenta el político liberal León Padrón Azcuy que conoció a Raúl Capote, cuando el ingeniero Dagoberto Valdez, lo presentó a la bibliotecaria Gisela Delgado para que sirviera de jurado en el concurso, Voces de Cambio. Le llamó la atención, que el individuo nunca miró de frente a sus interlocutores.
Ahora que terminó la última temporada de las Razones de Cuba. Impostura para decir las razones del gobierno. Es momento de sacar los patrones en el comportamiento de la cúpula que ni vive, ni deja vivir al ciudadano, según el lenguaje popular.
Veamos. Ante todo, los informantes presentados (algunos prefieren llamarlos chiva), excepto el periodista independiente Carlos Serpa Maceira, eran totalmente desconocidos entre las fuerzas prodemocráticas. El aduanero, el masón, el informático, el “culturoso” o el promotor cultural, tenían poca comunicación con los líderes o los grandes grupos progresistas de la sociedad.
Su trabajo fue dirigido a penetrar las estrategias de cooperación de los aliados de los demócratas cubanos y sus fuentes de apoyo. El “médico masón”, el informático, los promotores culturales y el periodista independiente presentaron como delito de espionaje, el apoyo de organizaciones no gubernamentales extranjeras al desarrollo de la sociedad civil, como establecer una agencia de representación y promoción artística, una ONG de ayuda a los niños enfermos de cáncer, comunicación con el exterior sin pasar por la censura y los precios del monopolio de Etecsa, o una sociedad de médicos independientes.
No pudieron llegar a más. Las conversaciones grabadas de manera ilegal y más, indebidamente presentadas en la televisión, solo muestran la intención de los visitantes de conocer la isla, ante la imposibilidad de vislumbrarla tras la “cortina de bagazo”, del diario Granma y otros afines. No se presentan pláticas sobre fuerzas armadas, armamentos, tropas, rutas presidenciales, planos, mapas… Algo utilizable como interés de seguridad nacional del gobierno.
Se puede llegar a un acuerdo. La campaña de comunicación de la que el serial televisivo es parte, trata de confundir a la población. Desacreditar a las fuerzas prodemocráticas a partir de los informantes presentados y colocar la desconfianza entre la población, en su relación con los nuevos lideres que nacen en la sociedad civil, con propuestas de modernización. Atacar a las nuevas tecnologías, como forma de burlar la censura ideológica y la económica, proponiéndola como herramienta del “enemigo”. Mantener la imagen de “lideres disidentes” alejados de la inmediatez ciudadana.
El horno no está para pastelitos. Dice el pueblo, cuando las propuestas son inviables. El “serial” a pocos interesa y las reformas económicas y sociales, la verdadera recompensa popular no llega. De nada vale que se presenten como héroes a los apostatas. Esos que esquivan la mirada.

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