viernes, 13 de enero de 2012

¡Fuera, ahdmadinejad!

No se contuvo y grito ¡fuera!, ¡fuera!, ¡fuera!, mientras agitaba la mano con el dedo pulgar hacia abajo. Un transeúnte, un hombre negro y delgado, se sumó y dijo, “no invitan a nadie decente a este país”, referencia al gobierno militar. Eran las ocho menos cuarto de la mañana y a sus espaldas está el Edificio Girón, en malecón y calle F, en el Vedado.
La caravana de más de veinte automóviles que conduce al Presidente de Irán, Mahmoud Ahjmadinejad, pasa por el malecón de este a oeste, con extremas medidas de seguridad. El auto de la policía que le antecede en tres minutos detuvo a los que circulaban en su dirección. Otro auto detuvo a los carros que corrían en dirección contraria, cincuenta metros antes del Hotel Riviera, donde dobló la comitiva para ir al Consejo de Estado, o sabe el diablo a donde.
Un hombre de verde olivo, enfango sus botas en el fango de la pista de atletismo del Parque Martí, inundado tras los aguaceros de anoche. La pareja de policías y otro hombre desde el parque de la estatua a Calixto García (policía de civil), observaban atónitos la indignación.
No creo sea el único indignado en las calles de La Habana, la visita del presidente iraní a Cuba es otra ofensa a la esencia tolerante y pacifica del pueblo cubano y nueva mala jugada de política exterior, ahora y a todas luces bajo la dirección de la cancillería de Caracas.
Al pasar la caravana, el vestido de civil al pie de la estatua de Calixto García, se acercó al indignado y le pidió identificación, mientras se acercaban los de la policía.

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